Transición energética: ¿por qué es un cambio necesario?

La transición energética refiere a cambiar el uso de combustibles fósiles por fuentes de energía renovable. Descubre cómo puede aplicarse en América Latina.

Hacer frente a la crisis climática que vive el mundo es inevitable, sobre todo en los países en vías de desarrollo donde se padecen aún más las consecuencias. Para esto, la toma de decisiones políticas, económicas y culturales que contemplen un proyecto de transición energética es una necesidad urgente.


La transición energética se refiere a un cambio de energías no renovables a energías renovables. Es decir, dejar de producir y utilizar energía que provenga de combustibles fósiles y reemplazarla por fuentes renovables. También promueve que el uso de la energía sea más eficiente. Esto es un factor clave para la mitigación del calentamiento global, uno de los efectos más graves del cambio climático. 

Este cambio en el modelo de producción de energía propone un nuevo paradigma en la explotación de los recursos naturales. Una vez más, pone en el centro de la escena a una región históricamente relegada económicamente pero privilegiada en recursos: América Latina y el Caribe.  De esta manera, es importante que la transición energética contemple a todos los actores sociales para no caer en el extractivismo que promovieron los combustibles fósiles.

Beneficios de la transición energética

Un proceso de transición energética es sumamente beneficioso para la situación del cambio climático en general, pero también para aquellas economías que llevan a cabo estos proyectos. 

Desde el punto de vista medioambiental, el objetivo de trasladar el mayor porcentaje de fuentes de energía a recursos renovables como el aire, el sol y el agua, significa una gran disminución de la explotación de recursos no renovables como el carbón, el gas y el petróleo, y en consecuencia, la contaminación que generan dichos procesos de extracción. 

Es decir que una región que invierte en transición energética -ya sea en la producción para generar energía renovable como en el procesamiento de la misma- se aleja directamente de industrias sumamente contaminantes como la extracción de petróleo vía fracking o vía marítima como en el caso de la exploración offshore en las costas Argentinas. 

Impacto económico de la transición energética

Por otra parte, un proyecto nacional o regional de transición energética genera resultados positivos para el desarrollo económico, social y cultural de regiones en vías de desarrollo. Según La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), “una energía limpia y asequible puede reducir las brechas sociales (16,7 millones de personas carecen de acceso a electricidad en Latinoamérica y el Caribe) y ser un catalizador del crecimiento en los sectores productivos”.

Asimismo, es sabido que la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles afectan a más de una industria productiva, como el transporte y la alimenticia, cuestión que incide directamente en los bolsillos de las economías menos desarrolladas. Por lo que un escenario de transición energética significa una serie de oportunidades para el progreso económico de la región.    

Créditos: Zbynek Burival – Unsplash

El rol de América Latina y el Caribe en la transición energética

La clave de la oportunidad que tiene la región en el asunto está directamente relacionado a la abundancia de los recursos naturales que poseen sus territorios y la capacidad de generar una oferta de energía renovable capaz de satisfacer la demanda energética. 

Según Renweables in Latin America and the Caribbean (RELAC), “para el 2030 al menos el 70% del consumo de la energía de América Latina y el Caribe debería ser a base de energía renovable”. Esta iniciativa congrega a 15 países miembros que tienen como objetivo acelerar la neutralidad de carbono, también conocido como “emisiones de carbono cero”, de la producción de energía en la región de América Latina. 

Esta transición energética provocaría una mejor resiliencia climática ante los efectos adversos del cambio climático; el aumento de la competitividad productiva con mercados internacionales; y promovería la sostenibilidad del sector energético generando un gran número de empleos. 

La evolución de las energía renovables en la región presenta un crecimiento acelerado no sólo en la generación de este tipo de energía, sino también en la capacidad de generarla. Esto se debe a un cambio en el uso de los recursos energéticos, como es el caso emblemático de Uruguay y del proceso que llevan adelante de a poco Argentina y Colombia

De acuerdo con la CEPAL, América Latina y el Caribe cuenta con los recursos necesarios más importantes para dar paso a una transición energética: litio, cobre, energía eólica y energía solar. Al mismo tiempo, es la región responsable del menor porcentaje de emisiones de carbono, factor que es central para poner en el centro de la escena la oportunidad de liderar un cambio en los modos de producir y consumir energía.   

Situación de los países en Latinoamérica y el Caribe 

Según el Índice de Transición Energética 2021 del Foro Mundial, “Uruguay (70%), Costa Rica (66%), Colombia (66%), Brasil (66%) y Chile (65%) son líderes en transición energética en América Latina”.

Según estos datos, podemos aseverar que en promedio, gran parte de la región latinoamericana se acerca al objetivo del 70% de energías renovables en la capacidad instalada -es decir la plena carga técnica- de generación eléctrica.

Sin embargo, este informe también resalta que aunque Latinoamérica cuenta con una buena infraestructura y capacidad instalada en energías renovables, debe mejorar su fortaleza institucional y gobernanza en pos de un uso racional de la energía producida. Factor que llevaría a una consolidación de la transición energética. 

Por su parte, Paraguay y Guatemala se destacan como los pioneros en generación hidroeléctrica, alcanzando un 100% de participación de renovables en su matriz de generación eléctrica. Mientras que en la energía eólica, Chile y Colombia llevan la delantera.

El ritmo del avance hacia la transición energética en cada país es diferente, no sólo por los recursos naturales del mismo, sino también por la dependencia económica de cada uno en relación a la producción de combustibles fósiles. Ese es el caso de El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Paraguay y Uruguay, que tienen poca dependencia.

Finalmente, el gran desafío que propone esta transición para la región es en qué términos va a realizarse y quiénes se beneficiarán. Porque si se realiza de forma extractivista e injusta, sin tener en cuenta a las comunidades que habitan en los territorios, se estará repitiendo la historia de los combustibles fósiles.