Una ONG en Perú trabaja con las comunidades para crear territorios sostenibles
Progreso es una ONG en Perú que acompaña comunidades campesinas e indígenas de 10 regiones en la creación de territorios sostenibles.
Progreso es una ONG en Perú que acompaña comunidades campesinas e indígenas de 10 regiones en la creación de territorios sostenibles.
En ONG Progreso prefieren hablar de bienes comunes y no de recursos naturales. La palabra “recurso” esconde detrás una lógica extractivista que remite todo a un sistema de consumo. Y el trabajo que hacen no se podría limitar a una dinámica exclusivamente mercantilista. Por el contrario, implica una tarea integral que promueve el desarrollo y la soberanía propia, apuntando a generar territorios sostenibles.
El trabajo de Progreso es acompañar a familias y a organizaciones de productores para que mejoren sus cultivos, la calidad de sus productos, se articulen al mercado y fortalezcan sus organizaciones. Algo que podría agruparse bajo la idea de territorio sostenible. Y, para llegar a esos resultados, es imprescindible una mirada y una formación holística.
Actualmente, la ONG está conformada por unas 40 personas (entre educadores, ingenieros agrónomos, ambientales, forestales, comunicadores, contadores, técnicos agropecuarios, especialistas en pueblos originarios y más) desarrollando labores en diferentes zonas con diversos proyectos.
Piura, San Martín, Amazonas o Vraem. En total, las tareas alcanzan unas 10 regiones en todo el Perú. Trabajan con comunidades campesinas e indígenas, vulnerables en diversos aspectos, con dificultades para mantener territorios sostenibles.
Desarrollo de territorios sostenibles, una necesidad
Son familias que en muchos casos no tienen educación completa, con distintos grados de analfabetismo, sin capacitación. Comunidades limitadas no solo en el acceso a servicios sino también viales. “Promover acciones para alcanzar territorios sostenibles significa trabajar por la defensa y el cuidado de sus recursos, como lo es el agua, el bosque o los páramos”, dice Raúl Tineo, ingeniero agrónomo y director de Progreso.
Tineo explica que el hecho de articular con familias y organizaciones sociales campesinas, los obliga a desarrollar actividades sustentables. De ahí se desprende el enfoque de agrobiodiversidad, agroecología y otras tareas orientadas a mitigar los efectos del cambio climático.
Uno de esos efectos es, por ejemplo, la presencia de plagas y enfermedades de los cultivos. Para contrarrestarlo, impulsan la diversificación de la producción, algo que las familias tienen bastante incorporado por sí solas con sus huertas o sus parcelas. También promueven actividades orgánicas, como respuesta la fuerte incidencia del uso de agroquímicos.
Además llevan adelante tareas de recuperación de suelo, ya que las familias suelen tener sus cultivos en suelos degradados, pobres, que no tuvieron un manejo adecuado. “Ahí hacemos barreras vivas, zanjas de infiltración, bonos orgánicos”, comenta el ingeniero. El problema de las tierras no es un tema de cantidad, sino de calidad.
El agua, un problema nacional grave al que enfrentar
Pero sin lugar a dudas, uno de los grandes retos que tienen que enfrentar para lograr territorios sostenibles es el déficit de agua. De hecho, la escasez de este bien natural es una gran problemática a resolver en todo el Perú. La ONU y la Autoridad Nacional del Agua (ANA) vienen llevando adelante esfuerzos conjuntos para reforzar las capacidades en la gestión del recurso.
Según un informe del Banco Mundial titulado Perú: acciones estratégicas para la seguridad hídrica, tan solo el 50% de la población peruana goza de un acceso seguro a agua potable. Entre otros datos, señala también que las mujeres y los niños son los grupos que más afectados se ven por este flagelo.
Por otra parte, este panorama no solo afecta en materia de salud o desigualdad social. El análisis es contundente al establecer que los choques hídricos y los servicios insuficientes de saneamiento y distribución, le cuestan a Perú entre 1,3 y 3,5 por ciento de su PBI de manera anual.
Progreso, además de realizar proyectos de reforestación y de recuperación de áreas degradadas, también trabaja en la recuperación de vertientes de agua. Todo va siempre acompañado de actividades de manejo de este bien natural. Han implementado varios sistemas de riego por aspersión “no solo para usar el agua de manera eficiente, sino para que no genere erosión y pérdida de la fertilidad de los suelos”.
Comunidades desprotegidas
La vulnerabilidad que enfrentan estas comunidades rurales e indígenas se expresa en diversas áreas. Por eso el enfoque de la ONG es integral. Para lograr una perspectiva de todo el territorio en general, y no solo de un producto o de un eslabón de la cadena. Así lo explica Jorge Calle, que asesora a la organización en términos de planificación y gestión institucional.
“Hay una vulnerabilidad en términos de presupuesto del Estado, ya el pequeño agricultor es el que menos apoyo recibe y el que más sustento alimentario brinda al país”, dice Calle. Además, reconoce asuntos vinculados al desarrollo educacional, de salud y de seguridad alimentaria.
No solo eso, sino que hay un problema de acceso a los mercados. De falta de capacidad para insertar sus productos en el sistema comercial, incluso sin perder el aporte de los saberes locales que le brindan un valor agregado a la producción.
Por eso, para avanzar hacia territorios sostenibles, Progreso realiza una tarea clave en el fortalecimiento de la resiliencia. “No podemos controlar las lluvias. Entonces lo que buscamos es que estas familias tengan la capacidad de responder con mayor resiliencia”, manifiesta Calle.
Un indispensable trabajo en territorio y codo a codo
El enfoque integral de la ONG peruana es posible gracias a la decisión institucional que hay cada vez que se embarcan en un nuevo proyecto. El equipo de Progreso se traslada al territorio y convive con la comunidad. Pueden pasar más de 20 días allí, trabajando codo a codo con las familias. Compartiendo la convivencia. Estableciendo una relación horizontal, de confianza y permanente con la gente.
Esa estrategia de tarea de campo es fundamental porque, como dice Tineo, no es que Progreso llega con una receta. “Valoramos mucho lo que las comunidades saben y hacen. A eso, nosotros lo complementamos con nuestro saber institucional”, argumenta. Por otra parte, el trabajo que hacen es muy participativo. Ejercicios vivenciales, capacitaciones, metodologías adaptadas.
Cooperativismo, una clave
El modelo de desarrollo rural sostenible debe ser a través del cooperativismo. Y esa es una de las líneas institucionales de la organización. El director lo grafica con un ejemplo: “Si las grandes empresas se juntan para hacer alianzas y hacerse fuertes, ¿por qué entonces los pequeños productores deben andar individualmente separados?”.
Es una de las claves. Juntarse, asociarse. Generar encuentros donde hay “reglas claras para todos, compromisos y acciones que se asumen en conjunto”. Progreso siempre se ocupó de desarrollar capacidades pero siempre fortaleciendo el cooperativismo.
Jorge Calle acompaña la idea: “Esta dinámica hace que exista una mayor representatividad de las necesidades de la gente, que no tiene otro modo de hacer escuchar su voz de manera social y política. Pero también para poder resolver asuntos empresariales. O sea, son gremios empresariales los que buscamos formar. Siempre desde abajo, buscamos buenos líderes y dirigentes que puedan manejar con transparencia y eficacia los recursos que hay”.
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