Aceite usado: de desecho contaminante a jabón biodegradable
El programa ESPUMA en Argentina creó red de reciclaje de aceite usado que se desarrolla en poblaciones vulnerables y crea jabones biodegradables.
El programa ESPUMA en Argentina creó red de reciclaje de aceite usado que se desarrolla en poblaciones vulnerables y crea jabones biodegradables.
Cocinar unas papas fritas. Calentar aceite. Utilizarlo y luego desecharlo. Una acción tan inofensiva como contaminante, al alcance de una típica tarea cotidiana dentro del hogar. El desecho del aceite usado es una problemática extremadamente silenciosa que tiene consecuencias reales en el medioambiente.
Probablemente, una de los inconvenientes esté en creer que, como se usa para comer, su final en la basura no sea tan dañino. Sin embargo, lo cierto es que 1 litro de aceite usado (aceite de cocina usado, también llamado ACU) contamina 1000 litros de agua. Esa cantidad de agua es lo que, se calcula, bebe una persona en un año y medio.
ESPUMA, un programa que recicla el aceite usado
Teniendo en cuenta estos números, la tarea que llevan adelante desde el Programa ESPUMA, en Argentina, cobra otra dimensión. Con su propuesta de triple impacto (social, ambiental y económico), esta cooperativa ha extendido una red de trabajo en 11 provincias a través de la cual reciclan aceite usado y lo convierten en jabones 100% biodegradables.
Y si de números se trata, según las estimaciones que realiza la organización, en 2023 lograron rescatar unos 4 millones de litros de agua gracias al reciclaje de aceite usado. La cifra incluso podría llegar a aumentar para este 2024, ya que desde ESPUMA tienen varias proyecciones de crecimiento para este año.
Ambiental, social, económico: un proyecto de triple impacto
Así lo cuenta Nicolás Biolatto, creador de la receta que utilizan para convertir aceite usado en jabones, y fundador del proyecto, que nació con el interés en tres aspectos: el ambiental como preocupación; el social como agente primordial de cambio; el económico como camino de independencia.
Porque, de hecho, esta cooperativa no hace hincapié únicamente en el impacto ecológico, sino que busca reconstruir el tejido social. “Siempre que hablamos de ESPUMA nos referimos a una transformación comunitaria”, explica Biolatto.
En efecto, esta red de reciclaje de aceite usado se desenvuelve en poblaciones vulnerables y con diversas carencias, que encuentran en ESPUMA una posibilidad de desarrollo personal y profesional. El Programa les provee recursos, herramientas y capacidades para montar sus propios talleres de producción. Les llaman jabonerías sociales.
La propuesta, además, es innovadora. Cada una de estas jabonerías (es decir, cada unidad productiva), es autosuficiente y no debe rendir ninguna regalía a ESPUMA. Comercializa de forma independiente, con sus costos y sus ingresos. Incluso, la cooperativa les cede el permiso de uso de la marca y sus fórmulas, para que las personas que se capacitaron puedan continuar ellas mismas con el programa.
El impacto, señala el fundador del proyecto, es integral: “No solo se trata de esa población vulnerable. Es un vecino que va aportar el aceite evitando que contamine; es una persona vulnerable que recibirá ese aceite, aprenderá un oficio y venderá un producto; y también es un cliente que va a resolver su necesidad de comprar un producto 100% biodegradable”.
Recibir el aceite usado
Cuando Biolatto se refiere al vecino que aporta el aceite usado, habla del sistema de centros de acopio que tiene montado ESPUMA. En todo el país, la red cuenta con 50 puntos que reciben botellas con aceite usado, que luego serán recogidos por la cooperativa. Suelen ser escuelas, clubes de barrio, comedores u otras organizaciones.
Tanto estos centros de acopio como la persona que voluntariamente lleva su aceite usado, se llevan a cambio una muestra de jabón (también puede ser detergente, que no es más que un tipo de jabón). Todo este sistema de reciclaje está finamente monitoreado y hay un seguimiento del trabajo en cada jabonería.
Actualmente están en funcionamiento 12 jabonerías sociales. “Una familia de unas 200 personas”, dice Biolatto. Pero, además, a esta red de reciclaje hay que sumarle las escuelas con las que trabajan. Fueron 6 colegios durante 2023, y ese número se agrandará para este año: desarrollarán el programa en 20 colegios más.
Transformar el aceite usado
El proceso que utilizan para convertir el aceite usado en jabón se logra por una técnica ancestral, conocida como saponificación, que es el cruce de una materia grasa con un alcalino. La mezcla de ambos elementos provoca una reacción química que genera el producto que conocemos como jabón. Se pueden fabricar jabones líquidos o sólidos, ya sea para manos o detergente, que también viene en formato sólido.
Ese es otro de los beneficios de la fórmula de ESPUMA. Al ser un detergente sólido no necesitará envase, y por lo tanto se evita el uso de plásticos. Tratan de usar la menor cantidad posible, pero cuando lo necesitan se lo compran a otra cooperativa que trabaja en el reciclaje de plástico.
La propuesta, explica su fundador, es completa y superadora. A tal punto de que ni siquiera le cabe la categoría de economía circular, dado que “cuando va a llegar a completar el círculo, borra el recurso, lo hace desaparecer”. Y vuelve a confirmar: “Generamos el 100% de biodegradabilidad”, dice sobre el producto, cuyas cualidades están certificadas por el CONICET. “Esa es la ventaja del control completo del daño: lo dejamos en cero”, agrega.
Una necesidad, una demanda
Biolatto es optimista frente al panorama. Reconoce que existe una sensibilidad en aquellas personas que se interesan por la necesidad de reciclaje de aceite usado. Sin embargo, es consciente de que queda mucho trabajo de concientización y legislación por delante. Sobre todo porque en Argentina se consumen casi 100 millones de litros de aceite por año. Y lo que se recicla a nivel nacional no llega a cubrir más del 5% del total por lo que el restante se convierte en un residuo altamente contaminante.
Mientras tanto, desde ESPUMA continúan trabajando porque saben, ven y pueden constatar que no solo es una necesidad para reducir el impacto ambiental, sino que hay una demanda real de sus jabones y de mayores iniciativas de reciclaje.
Tanta, que no llegan a cubrir toda la demanda de Argentina. El equipo del Programa está elaborando soluciones al respecto, porque, además, se les acaba de sumar otro desafío: ya los contactaron de otros países de la región para adquirir sus productos.
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