Alfredo Romero Muñoz: “El bosque Chiquitano es el principal objeto de deforestación en Bolivia”
El científico boliviano explica las razones de la deforestación en Bolivia y por qué debemos proteger el bosque Chiquitano.
El científico boliviano explica las razones de la deforestación en Bolivia y por qué debemos proteger el bosque Chiquitano.
Hay 3 países que lideran la escala de los territorios que sufren mayor deforestación en el mundo. Brasil, Indonesia y Bolivia. El problema es que los dos primeros cuentan con alrededor de 200 millones de habitantes, mientras que el tercero tiene apenas 12 millones. La deforestación en Bolivia está avanzando a pasos agigantados con especial impacto en el bosque Chiquitano.
Sudamérica cuenta con inmensas ecorregiones que representan zonas verdes fundamentales no solo para el continente sino también para el resto del mundo. Una vasta biodiversidad se aloja en ellas, aportando numerosos beneficios para el ser humano, la vida animal y también vegetal.
El territorio que comprende Bolivia está atravesado por dos ecorregiones. El Chaco boliviano (perteneciente al Gran Chaco Americano, que se despliega también en Paraguay y Argentina) y el Bosque Chiquitano (algo más pequeño aunque muy extenso, similar al tamaño de Bélgica). Zonas tan fundamentales como amenazadas, que en los últimos años han visto un crecimiento exponencial de la deforestación de sus suelos por varios motivos.
Según explica Alfredo Romero Muñoz, científico boliviano de la Universidad de Humboldt, en Alemania, cuyo trabajo de investigación fue reconocido con el premio SCB Europe Early Career Conservation Award 2024, las razones de los desmontes van desde el uso del territorio para plantación de soja y maíz o ganadería, hasta la especulación inmobiliaria.
Romero Muñoz, que se enfoca en evaluar cómo la actividad humana afecta la biodiversidad y qué acciones podrían ayudar a reducir los impactos nocivos, señala que “existe deforestación en lugares que no son aptos para la agricultura; se deforesta, se vende la tierra, se planta soja por tres años y después el suelo ya no da más”.
Pero aclara que gran parte del desmonte que ocurre en Sudamérica es para el consumo de gente de afuera de Sudamérica. De hecho, el 80% de la soja que se produce en el continente es exportada. “Eso quiere decir que el consumo en Europa, China, Rusia e India, que son los principales importadores de estos productos, es el que está motorizando la deforestación y el impacto en la naturaleza”.
¿Existen formas de gestionar el suelo de manera sostenible manteniendo el comercio internacional con estos países?
-Es un punto interesante. Algunos colegas del grupo de investigación de la Universidad lideraron estudios para entender qué sería algo más o menos aceptable para seguir teniendo biodiversidad. Encontraron que sería necesario conservar más del 40% de los bosques para mantener buenos niveles de biodiversidad, de carbono, y seguir produciendo suficiente para tener ciertos objetivos de ganancias económicas. Hay formas de producir sin necesidad de deforestar más. Lo que está perdido se puede dar por perdido, pero producir en esas tierras debería ser suficiente para lo que se necesita.
La Unión Europea está formulando leyes para un acuerdo con el Mercosur en el que solo puedan importar productos agrícolas de áreas sin deforestación nueva. Pero hay otro problema en el Chaco que vimos en nuestro grupo de investigación y es que existe deforestación que no lleva a nada. Se desmonta y años después no ha pasado nada en esos suelos. No hay plantaciones de soja, ni de maíz, ni ganadería. Se deforesta desforesta prácticamente para vender tierras. Especulación inmobiliaria.
¿Cuál es la importancia del Bosque Chiquitano como ecosistema?
-Es una ecorregión de transición entre dos grandes bosques: el Gran Chaco seco y el Pantanal, en la Amazonía. Conecta ambos y a las yungas de Bolivia. Cubre la mayor parte del departamento de Santa Cruz y es el más grande del país. Es importante por esa conexión que ofrece. Mucha de la fauna del Chaco, sobre todo si hablamos de mamíferos relativamente grandes, son mamíferos que también están en la Amazonía.
Si el Bosque Chiquitano (también llamado Chiquitanía) continúa fragmentándose, se va a quitar esa conexión. Por otro lado, es un bosque que mantiene más carbono que el Chaco porque tiene árboles más grandes.
¿Qué problemas trae la desconexión de esas áreas?
-Empieza a nivel especies y termina a nivel funcionamiento del ecosistema. Los animales no pueden cruzar en áreas deforestadas. Lo más probable es que no crucen o que cuando crucen los maten, porque son fáciles de cazar en áreas abiertas. Yo estudio jaguares, y los jaguares en el Chaco están casi desapareciendo, por eso ahora hay acciones de reintroducción. Esas acciones no se necesitarían si simplemente nos aseguramos de que haya conectividad que funcione.
Lo mismo si cortamos las conexiones entre el parque Kaa-Iya, que es inmenso, y los parques del norte de Paraguay: probablemente las poblaciones de animales dejen de ser viables porque requieren de suficientes individuos. Independientemente de que se las conserve en el sitio, simplemente no tienen espacios para ser viables a largo plazo.
¿A qué amenazas se enfrenta la Chiquitanía?
-Actualmente, y desde hace varios años, ha sido el principal objeto de deforestación en Bolivia. Por eso ahora se ha convertido en el tercer país del mundo que más deforesta. Tenemos 10 veces menos habitantes que los otros países y estamos deforestando a sus mismos niveles. Eso hace que Bolivia sea el país que más desmonta per cápita en el mundo. No somos grandes productores, pero sí quemamos mucho bosque. En 2019, grandes incendios en el país provocaron pérdidas principalmente en el Chiquitano de 60 mil km2, igual al tamaño de Costa Rica.
Es un bosque que está desapareciendo bastante rápido, tal vez uno de los que más rápido lo está haciendo en el mundo, y todo esto tiene que ver con políticas que tratan de fomentar la expansión agrícola. De todas formas, el Chiquitano no está en la agenda de conservación internacional. He estado hablando con gente de organizaciones de conservación mundial que, por cuestiones de financiamiento, simplemente no consideran al Chiquitano como una región de importancia internacional. Y tampoco hay muchas áreas protegidas en el bosque.
En Bolivia no hay áreas protegidas a nivel nacional dentro del Chiquitano, solamente áreas a nivel subnacional o municipal. Tiene muy pocos recursos. Casi no hay límites a lo que se puede deforestar.
¿Y qué se puede decir del panorama del Chaco Boliviano?
-Si lo ponemos en el contexto del Chaco Argentino, el Chaco Paraguayo o la Chiquitanía, el Chaco Boliviano es el que mejor está porque tiene un área protegida muy grande, que se llama Kaa-Iya y tiene casi 35 mil km2. De todas formas, afuera del parque Kaa-Iya existe muchísima deforestación, principalmente para ganadería pero también para la plantación de soja. Ese es otro tema: la soja en general no sería capaz de sobrevivir en áreas tan secas como en el Chaco, pero debido a modificaciones genéticas hay variedades que pueden sobrevivir ahí, eso está incentivando la deforestación.
Incluso existe presión de alguna gente para entrar al parque y deforestar, asentarse ahí y reclamar las tierras como suyas. Hay mucha área fuera del parque, sobre todo la que se conecta con Argentina, que tiene poca protección. Existe áreas protegidas a nivel municipal, pero no tienen muchos fondos entonces las organizaciones hacen lo que pueden. Realmente es incierto si van a poder mantener las presiones.
¿Qué te parece importante remarcar sobre este contexto?
–Se que todos estos menajes son un poco pesimistas porque es la realidad, pero es importante resaltar que todavía se pueden hacer cosas. Conservar el 40% del suelo puede ser usado como argumento de que todavía se puede salvar gran parte de esta región grande del Chaco y el Bosque Chiquitano. Eso da esperanza de que se salve gran parte de la biodiversidad, como en las áreas protegidas. Por esas áreas grandes todavía quedan jaguares, y digo jaguares porque es un animal que necesita mucha extensión de área.
Y, por otro lado, si nosotros consumimos menos productos que son simplemente ineficientes para el bosque, como carne de vaca principalmente, podemos reducir esta demanda. Además, se necesitan leyes que prohíban especulación en áreas forestales. También hay mucha gente haciendo trabajo de campo, organizaciones sociales de conservación y eso hace bastante diferencia. Seguramente estaríamos en un peor lugar si esta gente no estuviese haciendo este trabajo.
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